Si hay algo verdaderamente recalcable de uno de los grandes estrenos de la semana, Tierras perdidas, es que no se parece a nada que hayas visto antes. Tiene algunos rasgos familiares de lo postapocalíptico -que evoca directamente a la saga Mad Max- cruzados con elementos de fantasía medieval al más propio estilo Dragones y mazmorras o Warcraft. Pero también hay vaqueros, brujas, hombres lobo y monstruos. Y como sello personal de su director: Paul WS Anderson (responsable de Monster Hunter o Resident Evil) hay también mucho de videojuego en ella. El filme tiene una atmósfera extraña e irreal -por momentos incluso desfasada- que parece intencionada, aumentada por gran carga de CGI y de croma.

En el centro de la adaptación de este relato corto de George R.R. Martin (autor de Juego de tronos) se encuentra Gray Alys (interpretada por Milla Jovovich), una bruja cuyos negocios suelen terminar en tragedias. A pesar de su oscura reputación, la reina (Amara Okereke) le encomienda la misión de conseguir un objeto que se encuentra en las llamadas Tierras perdidas el cual otorga el don al que lo posea de transformarse en hombre lobo. Para lograrlo, Gray Alys contrata al cazador Boyce (Dave Bautista) para que la guíe en su peligrosa travesía hacia las Tierras Perdidas. Como en sus anteriores películas (Resident Evil, Monster Hunter), Anderson no se preocupa demasiado por mantenerse fiel al material original. En esta ocasión, reimagina el mundo del relato como un páramo oxidado dominado por estructuras metálicas en tonos marrones y grises. En este universo de estética desbordante, conviven agentes eclesiásticos sedientos de sangre, vestidos con túnicas medievales, pero equipados con gafas de aviador y pistolas semiautomáticas.

En esta versión del universo de Anderson, la religión organizada ocupa el lugar que en otras de sus películas suelen tener las megacorporaciones siniestras: una fuerza autoritaria y corrupta que lo controla todo desde las sombras. El escenario, plagado de calaveras y cruces de todos los tamaños, parece más bien una representación visual de una portada de álbum de 'heavy metal'. Desde una gigantesca cruz en las afueras de la ciudad hasta una más pequeña usada como soporte para colgar a Gray Alys, todo respira simbolismo gótico. La protagonista logra escapar con acrobacias espectaculares (al más puro estilo de Jovovich, musa y esposa del director), combinadas con poderes mentales que aparecen y desaparecen según las necesidades del guion.
Una nueva aventura de fantasía nos lleva a 'Tierras perdidas': monstruos y magia oscura del autor de 'Juego de tronos'Aunque la película está repleta de detalles narrativos en casi todas las escenas, la rapidez de la cámara de Anderson se deja palpar en cada plano. Hay muchas cosas ocurriendo a la vez, pero el guion del director y de su coautor Constantin Werner basa su fortaleza en un buen puñado de frases ingeniosas y una jerga inventada propia de este mundo distópico. La visión de Anderson sobre el futuro se apoya casi completamente en escenarios generados en por ordenador, que recuerdan a videojuegos como Fallout. No obstante, tanto Anderson como el director de fotografía Glen MacPherson se permiten momentos de lucimiento en las secuencias de acción. En estas escenas, ralentizan el movimiento para dar a Jovovich y Bautista un aire imperturbable mientras disparan o golpean a los fanáticos que intentan matarlos. Entre estas escenas destaca alguna toma especialmente inspirada, como una en la que la cámara parece flotar hacia atrás a través de un autobús a punto de precipitarse al vacío con Gray Alys y Boyce a bordo, recordando el estilo visual pulido y estilizado que caracteriza al director. Estos momentos aportan mucha vitalidad a la cinta, sin embargo los que buscan algo mucho más profundo pueden tacharlo como un producto monótono.

La historia avanza de forma clara y directa de un punto 'A' a un punto 'B', con un leve toque de ‘western’ gracias al personaje de Bautista: que encarna a un peligroso cowboy. Aunque no hay demasiada química entre él y Jovovich, su presencia es magnética en las escenas de acción cuidadosamente coreografiadas. Y las escenas paralelas de intrigas políticas refuerzan la idea de que Tierras perdidas funciona mucho mejor cuando se deja llevar por la imaginación desbordante de un director amante del cine de acción con estilo. El mundo digital que presenta nunca parece real, pero la "realidad" nunca ha sido del interés de Anderson, y esta película le ofrece una gran oportunidad para desplegar su particular estilo visual: exagerado, alocado y atrevido. Sólo necesita la voluntad del espectador para entrar en su particular iconografía.